Artículo del Economista Carlos Uribe, versión completa en:
http://cid-d79339a1349187ba.skydrive.live.com/self.aspx/.Public/La%20Econom%C3%ADa%20de%20Rafael%20Correa%20o%20La%20Historia%20de%20aquel%20d%C3%ADa%20en%20el%20que%20el%20petr%C3%B3leo.pdf
Desde el descubrimiento del primer yacimiento de petróleo en el Oriente Ecuatoriano, durante la década de los setenta, el país ha sido víctima del fenómeno económico conocido como la “enfermedad holandesa” o “la maldición de los recursos naturales”. Parece ser que un rasgo característico de la mayoría de los países en vías de desarrollo es la gran abundancia de recursos naturales con los que cuentan sus territorios, lo que genera que aquellas reformas estructurales con importantes impactos en el largo plazo se dejen para más tarde y se apliquen, en su lugar, políticas fiscales fundamentadas en un gasto fiscal expansionista e irresponsable, el mismo que no beneficiará a las generaciones actuales como debería, y afectará negativamente a las generaciones futuras. El objetivo de este pequeño ensayo es exponer mi visión de la “transición” que el Ecuador está enfrentado desde la subida del Economista Rafael Correa Delgado a la Presidencia de la República. Para ello, realizaré un pequeño recorrido por la historia política y económica del país, presentaré una breve contrastación entre lo que ya hemos vivido y lo que estamos viviendo y, finalmente, expondré algunas ideas sobre el futuro, a corto y mediano plazo, que le espera al Ecuador después de aquel fatídico día en el que “el petróleo nos jugó sucio”.
Algo de Historia Económica y Política del Ecuador
El territorio en el que ahora está asentado el Ecuador siempre ha sobresalido por una característica en particular: abundancia de recursos naturales. En realidad, esto es algo común en los países del cono sur del continente Americano, lo que se evidencia por el tipo de instituciones con fines extractivos que españoles y portugueses fundaron en estas tierras. Así, siempre que el país ha estado al borde de las peores crisis económicas de su historia, algún boom de recurso natural aparece y salva el cuello del gobierno de turno. Ejemplos de esta situación abundan, pero los más importantes se registraron durante los años veinte, en los cincuenta y, más recientemente, en los setenta.
Durante los años veinte y treinta, el Ecuador atravesaba una grave crisis económica debida al deterioro de los términos de intercambio generado por la contracción de la demanda de los países europeos, después de la primera guerra mundial y la gran depresión en los Estados Unidos. Esta crisis llegó a tal profundidad, que el débil sistema financiero de la época no soportó y llevó a que varios líderes guayaquileños (la mayoría de ellos militares) se levantaran en armas y den inicio a la denominada “revolución juliana”. Se aplicaron muchas reformas estructurales en aquella época, siendo la más importante la creación del Banco Central del Ecuador en manos de la misión Kemmerer. Sin embargo, el gran actor de la época se llamaba cacao y su exportación salvó de la quiebra a muchos terratenientes en la zona costera del Ecuador. Su precio, que registró niveles nunca antes vistos, creó un importante flujo de dinero del que se beneficiaron las élites costeñas, los ánimos se calmaron y todo el país regresó al status quo que nos determina: mucho dinero en la economía, pocas familias beneficiadas, niveles de pobreza descomunales, grados de desarrollo social que dejan mucho que desear.
Y como la historia tiende a ser cíclica, algo parecido se repitió durante los cincuenta. Ahora los efectos negativos que el país enfrentó se derivaban, una vez más, de la contracción de la demanda de nuestros eternos consumidores, los países europeos, los mismos que atravesaban una de las crisis más profundas de su historia y buscaban la reconstrucción después de la segunda guerra mundial. Los protagonistas de la época: el banano y el status quo al que siempre regresamos.
El tiempo seguía pasando, la situación política era un espejo de lo que hasta hace pocos años hemos vivido y la situación económica dejaba mucho que desear. Presidentes iban y venían. El gran caudillo de la historia, Velazco Ibarra, accedía cinco veces a la Presidencia de la República y los períodos intermedios los disfrutaba en el exilio ya que el furibundo pueblo, cansado de sus políticas, lo expulsaba sin pensarlo dos veces. Se acercaba a paso seguro la época de las dictaduras militares.
En julio de 1963 se hacía cargo del poder una junta militar conformada por cuatro oficiales con la idea de llevar a cabo sus políticas por medios autoritarios. Esta junta duró hasta 1966 y en febrero de 1972 el poder pasó a manos del general Guillermo Rodríguez Lara. El relevo, en 1976, lo realizó el triunvirato militar conformado por las cabezas de cada uno de los componentes de las fuerzas armadas.
Autores como North (2006) piensan que el papel político que han jugado los militares en la historia del Ecuador presenta un balance positivo, basada en que fueron los militares los que tuvieron la capacidad de levantarse contra las élites civiles y generar políticas redistributivas que pretendían beneficiar a las mayorías olvidadas por gobiernos no militares. Sin embargo, la misma autora reconoce que reformas, como la agraria, no tuvieron los efectos que sus creadores aducían: la tan pretendida redistribución de tierras nunca se llevó a cabo en la magnitud que estaba planeada (North, 2006; Cueva, 1991).
Yo propongo otro punto de vista para este análisis dejando ligeramente de lado el aspecto político y concentrando la atención en las políticas económicas. En 1972 se descubrió petróleo en el Oriente Ecuatoriano y, una vez que el gobierno militar asumió el poder en febrero de ese año, llevó a cabo un proceso de renegociación de contratos con las compañías petroleras de ese entonces (cualquier parecido con la actualidad, ¿es pura coincidencia?). El objetivo de esta renegociación era que el Estado capte una mayor proporción de los ingresos provenientes de la explotación del recurso para poder contar con un presupuesto fiscal abultado por el lado de los ingresos, que permitiera realizar importantes incrementos en los niveles de gasto social. El General que permaneció en el poder hasta 1976 cumplió con esta premisa y el incremento en el gasto en salud y educación fue bastante importante. El Triunvirato que mantuvo el poder entre 1976 y 1979, aunque lo califican de derecha (North, 2006), aplicó políticas de gasto bastante alejadas del paradigma liberal (entendiendo el liberalismo desde el aspecto económico) y más lejanas todavía de prácticas austeras referentes al manejo de las rentas procedentes de la explotación de recursos naturales. En esta época, el gasto fiscal se disparó y aunque nuestra herencia de aquellas épocas se registra en los primeros asfaltados de las ciudades y carreteras principales, no se ahorró un centavo de esos recursos y, al contrario de cualquier teoría económica, la ilusión de riqueza de la época llevó a que la dictadura se endeude a niveles insospechados con dinero procedente de los venenosos “petrodólares”. Debido a esto, el primer gobierno democrático favorecería una vez más a las élites con la sucretización de la deuda y 29 años más tarde las nuevas élites políticas de este país tendrían la osadía de declarar a esa deuda “ilegítima” y negar su pago para destinar esos recursos al “gasto social”.
Una vez superados estos años (la década del setenta), el petróleo seguía de aliado de los gobiernos de turno, aunque pasaba inadvertido ya que existían preocupaciones aún más grandes. El nuevo “cuco” de la oposición se llamaba Consenso de Washington, las élites recuperaban el poder después de las dictaduras militares, el estado se desarmaba bajo las mal llamadas “políticas neoliberales” y el gasto fiscal caía en picada. En estos años el desempleo se incrementó significativamente al igual que la informalidad y los desastres naturales empeoraban el panorama (entre la década del ochenta y el noventa el país fue víctima de terremotos, fenómenos del niño, deslaves y la destrucción y consecuente tragedia de La Josefina, entre otros).
Fruto de la semilla sembrada, en 1999 cosechamos una de las peores crisis financieras que ha afectado al Ecuador en su historia como república y esta vez no hubo algún boom para salvarnos. La solución al problema fue una reforma estructural formulada al apuro llamada dolarización. Aunque el objetivo de sacarnos de la crisis se cumplió, la reforma generó en los políticos la visión errónea de que el país estaba estable económicamente, cuando la realidad era que estábamos entrando lentamente a una recesión y que los picos de crecimiento de comienzos de la década fueron simplemente la inercia de los picos negativos registrados en años anteriores. Pero lo peor estaba por venir.
En 2005 asumía el ministerio de economía un académico que era profesor de economía de una de las universidades de la ciudad de Quito. Con un currículum impresionante e ideas bastante progresistas, se hacía cargo de esa secretaría de estado el que seguramente ha sido uno de los ministros más preparados que ha tenido el Ecuador. Empezaba a nacer en esta persona sueños de poder, sueños de presidencia. Era el nacimiento de una de las rupturas políticas más importantes que se ha dado en Ecuador. Un año más tarde, Rafael Correa era elegido presidente en una elección en la que los resultados mostraron una victoria aplastante sobre el representante de las élites, Álvaro Noboa.
Volver al futuro
Reto al lector a que complete la siguiente narración con los primeros nombres que le vengan a la cabeza. La crisis financiera de los últimos años de la década de los … llevó a una revolución que terminaría con la renuncia del presidente de turno. El pueblo se levantó contra el gobierno por los altos niveles de corrupción y la relación extremadamente cercana que mantenía con los banqueros. Esta situación terminó en que uno de los bancos más importantes del país se quede sin capacidad de emitir moneda y así reducir la discrecionalidad, ya que muchos de estos recursos eran destinados al financiamiento del despilfarro de los gobiernos de turno.
Por primera vez en el país, la Constitución de … “…incluyó principios de legislación social […] con programas que buscaban la promoción de los intereses tanto de la clase trabajadora como de la población indígena, reformas de impuestos progresivos a favor del ‘proletariado’ y el impuesto a la ‘fuga de capitales’” (Citado en North, 2006 y Paz y Miño, 2000).
Si los primeros puntos suspensivos los completó con noventa y piensa que el banco del cual se habla es el Banco Central, está equivocado. El primer párrafo hace referencia a la crisis financiera que sucedió a finales de los años veinte, que desembocaría en la revolución juliana y en el cierre de uno de los bancos más importantes de Guayaquil, el Banco Comercial y Agrícola, el mismo que tenía capacidades de emisión que generalmente fue destinada a cubrir los déficits de los gobiernos de turno por medio de créditos.
En el segundo párrafo, la constitución a la que se hace referencia es la de 1928, no se trata de la Constitución de la Revolución Ciudadana. Si se comparan estos textos con las demandas indígenas que dieron paso a la Constitución de 1998, la sorpresa será mayor (ver Paz y Miño, 2000).
Lo que he querido demostrar con este par de ejemplos es que la historia del Ecuador es similar en cada época pero con otros actores y otras consecuencias. Además, esto fortalece aún más el siguiente argumento: los problemas fiscales por los que el Gobierno Ecuatoriano está atravesando en la actualidad son los mismos que afectaron a este presupuesto hace veinte, e incluso treinta, años atrás. En esta época ya se intentó un modelo de desarrollo hacia adentro y de tintes nacionalistas (el famoso Modelo de Sustitución de Importaciones) y además se intentó financiar gastos que requieren recursos a largo plazo con ingresos abundantes generados por un precio del petróleo elevado de manera anormal, lo que implicaba que el flujo de estos ingresos iba a terminar más temprano que tarde. El nombre del resultado de este proceso se conoce en la historia como la década perdida.
Lo que nos espera, ¿un enigma?
Hasta la fecha hemos vivido casi dos años del gobierno de Rafael Correa y en este tiempo han sucedido varios hechos que valen la pena mencionar. En primer lugar, es evidente que la política en el país ha dado un giro muy importante, aunque los vicios de épocas pasadas se siguen repitiendo. Por ejemplo, apenas iniciada la gestión del actual presidente, uno de sus ministros estuvo envuelto en un escándalo relacionado con la deuda externa. Este ministro, curiosamente, es el presidente de la Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público, organismo formado con el objetivo de realizar auditorías a la deuda externa y que en uno de sus documentos publicados menciona la ilegitimidad de algunos tramos de deuda (Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público, 2008). Además, este personaje representa al poder detrás del poder, ya que está a la luz pública todas las posiciones políticas que ha tenido a lo largo del mandato de Rafael Correa.
En segundo lugar, aunque está relacionado con el punto anterior, el Ecuador cuenta con una nueva Constitución evaluada como una de las más progresistas de América Latina y que incluye temas controversiales como la gratuidad de la educación superior, los derechos de la naturaleza, el quechua como lengua oficial, entre otros.
En tercer lugar, hay que mencionar al Presupuesto General del Estado construido para 2009, el cual contiene el elemento que, según mi punto de vista, ha generado gran parte de los problemas de sostenibilidad fiscal, conjuntamente con el ambicioso proyecto social contenido en la nueva constitución. Este punto será el centro de análisis de los siguientes párrafos.
Entre los meses de julio y septiembre, el Ministerio de Economía y Finanzas debe presentar al ejecutivo el Presupuesto General del Estado que regirá los movimientos financieros de todas las entidades adscritas al Gobierno Central y a los Gobiernos Seccionales además de los centros de salud, centros educativos, organismos de seguridad social, etc. Este presupuesto es el punto de referencia para la evaluación financiera de las actividades del Gobierno. El presupuesto del próximo año contiene un error garrafal. La Secretaría Nacional de Planificación (SENPLADES) presentó al Ministerio de Economía y Finanzas el costo estimado de poner en marcha el proyecto social contenido en la Constitución y el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010. Este monto alcanzaba los 12000 millones de dólares, lo cual generaba un déficit presupuestario cercano a los 2000 millones de dólares cuando el presupuesto consideraba un precio unitario del barril de petróleo de 35 dólares. La cifra no gustó a la nueva élite política, la ministra de ese entonces fue despojada de su cargo y lo asumió una de las antiguas subsecretarias. La solución a este problema: presupuestar los ingresos del Estado del próximo año tomando como base un precio por barril de petróleo de 83 dólares, casi un 150% más que lo presupuestado en años anteriores.
Esta estrategia no parecía tan descabellada. Aproximadamente desde 1999 los precios del petróleo han presentado una tendencia marcada al alza, llegando a registrar precios cercanos a los 150 dólares por barril para el crudo WTI. ¿Quién hubiera esperado una caída tan repentina y marcada como la que se ha evidenciado en los últimos meses? La respuesta a esta pregunta es cualquier economista con una visión amplia del sistema mundial. El análisis que no se hizo antes de construir el presupuesto consiste en asimilar que los altos precios del petróleo fueron el fruto de una burbuja especulativa generada por la crisis hipotecaria que se desató en Estados Unidos. Una vez que los inversionistas se dieron cuenta del riesgo implícito en invertir su dinero en el mercado hipotecario, se volcaron a especular en los mercados de commodities. Por las clases de microeconomía intermedia, cualquier estudiante de economía sabe que si la demanda de un bien se incrementa de manera importante y repentina mientras la oferta permanece constante, el precio de ese bien sube de manera estrepitosa. Pero además, también sabe que es sólo cuestión de tiempo el que la oferta se ajuste al nuevo entorno y el mercado se encargue de generar un nuevo punto de equilibrio. En este caso, lo que sucede es lo contrario, la demanda no sigue creciendo y la oferta se ajusta e incrementa la cantidad ofrecida. El resultado, una disminución en los precios de ese bien que incluso puede llegar al precio inicial de equilibrio. Si introducimos a este análisis los problemas de información asimétrica que caracterizan al mercado de futuros, tenemos un modelo que explicaría bastante bien lo que sucedió con los precios de bienes primarios como el petróleo, el cobre, etc.
Esto implica que el Gobierno cometió el mismo error que ya se había cometido en épocas pasadas. Presentó un plan de desarrollo que contenía importantes sumas de gasto público que debía ser destinado a inversión social (gasto permanente) y pretendió financiarlo con los ingresos que provenían de la explotación del petróleo (ingreso no permanente). Y este problema trasciende las fronteras de la economía. El proyecto político del gobierno sustentaba sus promesas en estos ingresos.
Con los precios actuales del petróleo (que todavía presentan una tendencia a la baja), el proyecto político, económico y social del Gobierno se ha vuelto insostenible bajo la estructura actual del país (específicamente me refiero a su estructura monetaria, la dolarización). Los ingresos actuales del Estado no cubrirán los gastos corrientes para todo el próximo año. En realidad, algunas estimaciones muestran que los recursos disponibles (incluyendo los recursos públicos que pertenecen a la Reserva Internacional de Libre Disponibilidad y que representan el único vestigio de lo que alguna vez fue el ahorro procedente de la explotación de petróleo) no son suficientes para sostener los gastos presupuestados hasta marzo o abril del próximo año. Al igual que el Gobierno de Febres Cordero buscó desmantelar la institucionalidad del Estado (North, 2006), parece ser que el Gobierno de Rafael Correa hizo todo lo posible para que se genere el peor escenario para las finanzas fiscales y que la única puerta de salida sea el acabar con el esquema cambiario de la dolarización.
Y la historia no termina ahí. Este “juego sucio” de los precios del petróleo ha generado que el escenario de la salida del esquema de dolarización sea el peor. Si finalmente se decide acabar con la dolarización, la nueva moneda no contará con la confianza suficiente para mantener el tipo de cambio en niveles aceptables. Más aún, la desconfianza generada en el sistema financiero durante la crisis de 1999 puede llevar a que se genere una fuga masiva de depósitos, lo que puede derivar en una crisis del sistema financiero incluso peor que la ya vivida a finales de la década pasada. La diferencia es que esta vez el gobierno no cuenta con los recursos necesarios para intervenir, los dólares quedarán guardados en los colchones de los contribuyentes y la nueva moneda sufrirá una depreciación acelerada que, según mi opinión, podría ser incluso más vertiginosa que la registrada durante la crisis de la convertibilidad, en Argentina. Las deudas previamente contraídas se multiplicarán y muchos de los deudores se declararán en moratoria, lo que incrementará a niveles inmanejables el porcentaje de cartera vencida de las entidades crediticias, situación que profundizará aún más la crisis financiera. Como dirían en aquel famoso programa de televisión, ¿y ahora, quién podrá defendernos? ¿Cuál será el nuevo boom que salve el día? ¿Qué tan dispuestos estamos a vender el alma al Diablo con el único fin de mantener un proyecto político que es de por sí, insostenible?
Un comentario final
El último párrafo presentado en la sección anterior puede parecer una visión muy pesimista sobre el futuro que le espera al Ecuador, más aún si se considera toda la esperanza que tienen los ecuatorianos después del amplio volumen de propaganda política de los últimos años. Sin embargo, hay que aceptar que existe algo de lógica en este razonamiento.
Es lamentable que una persona que prometió un cambio tan dramático, haya caído en los errores clásicos de las economías latinoamericanas de la década de los sesenta y setenta. Es inaudito pensar que en pleno siglo XXI y con los avances que se han presentado en la Teoría Económica, se comentan errores de análisis típicos de exámenes de novatos en el campo de la economía que están iniciado su carrera.
La historia del Ecuador es marcadamente cíclica, pero los ecuatorianos hemos perdido la memoria, no le hacemos caso a la historia y cometemos los mismos errores de antes, con consecuencias más profundas y con actores diferentes.
Referencias
Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público, Informe Final de la Auditoría Integral de la Deuda Ecuatoriana, Quito, 2008.
Cueva, Agustín. «El Ecuador de 1960 a 1979», Ayala Mora, Enrique, editor. Nueva Historia del Ecuador 11. Quito, Grijalvo/Corporación Editora Nacional, 1991.
North, Liisa. «Militares y Estado en Ecuador: ¿Construcción Militar y Desmantelamiento Civil?» Traducción de Natalia Greene. Íconos: Revista de Ciencias Sociales (Quito), número 26, septiembre 2006, pp. 85-95.
Paz y Miño Cepeda, Juan. Revolución Juliana: Nación , Ejército y bancocracia. Quito, Abya-Yala, 2000.
Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo, Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010, Quito, 2007.
Comentarios recientes